Frase de la Semana

Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un caracter; siembra un caracter y cosecharás un destino.

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lunes, 28 de febrero de 2011

EL TRATADO DEL SOCORRO DE LOS POBRES

Hablar del humanista español, Juan Luis Vives (1492-1540), como el precursor de la asistencia social organizada, se ha transformado en un lugar común de toda referencia a la historia o a los antecedentes del Servicio Social. Y es con justicia que se hace mención de su obra, tanto por lo que realizó en la ciudad de Brujas, como por su libro “De subventione pauperum” (Socorro de los Pobres) publicado en 1526, que bien puede ser considerado como el primer libro sobre asistencia social, entendida la expresión en su sentido amplio.

Vives es la figura más importante del humanismo en España y una de las primeras de Europa. Admirador y discípulo de Erasmo, ecléctico en filosofía, preconizó el empleo de las experiencias y de la razón. Tuvo como una de sus preocupaciones fundamentales “el bien obrar”, fundado en motivaciones religiosas y en el conocimiento racional. Vives no sólo fue un precursor de la pedagogía y de la psicología, como se le reconoce desde estos campos profesionales, también lo fue del trabajo social. Preocupado por los pobres y desheredados, pensó y propuso formas de ayuda desde las organizaciones gubernamentales, lo cual constituye una total novedad. Hasta ese entonces sólo se había pensado la ayuda desde instituciones eclesiásticas o como respuesta individual, o bien como ayuda mutua dentro de los gremios.

A comienzos del siglo XVI, los ayuntamientos de Brujas y de Ypres, preocupados por organizar la beneficencia desde los poderes públicos solicitaron la colaboración y asesoría de Vives. Las medidas que éste propuso dieron lugar al tratado del “Socorro de los Pobres”.

Nos ha parecido necesario escribir este apéndice por tratarse del primer intento de sistematización de la asistencia social, y porque explica la fundamentación de esa acción tal como se concebía en el medievo. Por otra parte, algunas veces nos hemos preguntado ¿quién ha leído a Vives, siempre mencionado entre los precursores del Servicio Social? Y sin hablar de leerlo, ¿quién tiene una idea más o menos acabada de lo que él escribió?

El tratado del Socorro de los Pobres, está dedicado a los burgomaestres y al senado de Brujas. Se divide en dos libros: en el primero, da una fundamentación teológica y filosófica de la ayuda a los necesitados, explicando previamente el origen de la necesidad y miseria del hombre. En el Libro segundo, Juan Luis Vives se refiere a la conveniencia y al modo en que la colectividad y sus gobernantes, deben ocuparse de los necesitados explicando, asimismo, el modus operandi de esa acción social.

En el Libro I, Vives plantea la cuestión acerca del origen de la necesidad y miseria de los hombres. Su explicación era la corriente en su época: la causa de todos los males es el pecado, “percance lamentable que invirtió el orden de la constitución humana”. De esta manera, añade en otro pasaje: “fue hecho el hombre un miserable absoluto, interior y exteriormente, en justísimo castigo de la empresa que asumió de usurpar la divinidad”. La necesidad, la miseria, la pobreza, es causa del pecado y “todo el que es menesteroso de ayuda ajena es pobre y ha menester de misericordia, que en griego equivale a limosna, la cual no consiste exclusivamente en la sola distribución de dinero, como piensa el vulgo, sino en toda obra con que se alivia la insuficiencia humana”.

Para Vives la ayuda no debe concretarse sólo en dinero, sino también y mas especialmente en consejos, presencia corporal, palabras, fuerza, trabajo y asistencia. Hacer el bien es natural consecuencia de la mutua interdependencia existente entre los hombres, y es la ingratitud de los que reciben, la causa de que muchos se aparten de hacer el bien.

¿Cómo deben comportarse los pobres? “Primeramente han de considerar que la pobreza se la envía un Dios justísimo por un oculto juicio, que aún a ellos es soberanamente provechoso, quitándoles el cebo de los vicios y dándoles ocasión para practicar más fácilmente la virtud. De modo que no solamente debe ser sobrellevada con resignación, sino abrazada con alegría, como un don de Dios. Vuélvanse al Señor, que les ha tocado con una clara prueba de su amor, pues a quien ama castiga…” Esto es suficiente para comprender en este punto el pensamiento de Vives, fiel reflejo de toda una época.

Más adelante, en otro pasaje, Vives habla de la gratitud que deben tener los pobres: “no se contenten con un simple hacimiento de gracias verbal por lo que recibieron, conserven un ánimo agradecido: esto es, que se acuerden del beneficio. No malgasten torpe ni pródigamente… no lo guarden con sórdida ruindad… gasten con prudencia en cosas necesarias… no envidien ni quiten a otros pobres su limosna”.

Algunos vicios impiden hacer el bien: creer que los bienes son exclusivamente nuestros; malgastar dinero en juegos al azar y en truhanerías y banquetear suntuosamente; en suma: la causa principal porque no hacemos el bien es la soberbia y el egoísmo. Sin embargo, Vives argumenta largamente demostrando “que ninguna cosa debe sernos estorbo para hacer el bien”.

En el Capítulo XI, “De lo que da Dios a cada uno, no se lo da para él solo”, refleja claramente la idea que tiene sobre el derecho de propiedad, insistiendo y ahondando en algunos principios ya expresados, pero yendo aún más lejos, al sostener que la propiedad privada es causa de males sociales. “Decía el filósofo Platón -así comienza el capítulo- que serían felices las repúblicas si desapareciesen del vocabulario del trato humano las dos palabras tuyo y mío; no tocarás lo mío; no toque lo tuyo; guarda lo tuyo. Como si hubiera algún hombre que poseyera algo que con razón pueda llamar suyo”.

Los bienes de la naturaleza, piensa Vives, son para que participen indistintamente todos los hombres. Pero, ¿por qué hay hombres que sufren necesidad? Vives vuelve sobre lo ya expresado, en el sentido de que el pecado y la malicia de los hombres, es la causa de que algunos sufran necesidad. Y volviendo sobre la cuestión de la propiedad privada, añade: sólo se poseen los bienes legítimamente, cuando se los comparte, de lo contrario se “es ladrón y robador, convicto y condenado por la ley natural”.

Hasta el capítulo que terminamos de glosar, Vives -como él mismo lo señala- ha mezclado argumentos con fundamentos humanos y divinos, pero en el Capitulo X se limita exclusivamente a fundamentar teológicamente el socorro a los pobres, puesto que si ello no se hace “no pueden subsistir ni la piedad, ni el cristianismo.”

Fuente: Vives, Juan Luis (1781). Tratado del socorro de los pobres. Valencia: Imprenta Benito Monfort.

 

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